Víctor Moreno: el buen gusto de la constancia
Acorde con sus apetitos, Víctor Moreno asegura que una de las personas más influyentes en su temprana formación fue el cantinero de su colegio. Tan estrecho resultó ese vínculo que, pese a su corta edad, Moreno llegó a convencerlo de vender empanadas de cazón en los recreos. El recuerdo ilustra una precoz convicción: desde la infancia, la comida significó para este cocinero venezolano la medida de todas las cosas. Por eso admite, con la espontaneidad que lo caracteriza, que siempre fue un glotón deseoso de trabajar en algo que le permitiera estar cerca de la comida. El niño gordito y travieso de aquel entonces supo resistir con humor el bullying de sus condiscípulos a fuerza de creer que el oficio de chef no solo es tan valioso como cualquier otro, sino el más sabroso de todos.
Víctor Moreno nació el 23 de noviembre de 1979. Perteneciente a una familia de educadores, estudió primero en el colegio de las hermanas franciscanas Nuestra Señora de Guadalupe, donde su madre trabajaba como profesora de Biología. Al mudarse a El Cafetal, sus padres los inscribieron en el colegio Champagnat. Por aquellos días y aulas, Moreno recibía el mote de Aceitunita debido a su gordura y picardía, jugaba fútbol con alumnos especiales, padecía las consecuencias de la dislexia, leía los libros de García Márquez con fervor y realizaba improvisadas “actuaciones” que le merecieron la fama del gracioso del salón. No fue un alumno de calificaciones sobresalientes, pero sí una referencia entre sus compañeros y profesores. Su materia favorita, señala con franqueza, era el recreo. Esa falta de interés en la mayoría de las asignaturas, así como su culto a la chanza, hicieron que en cuarto año de bachillerato se viera obligado a cambiarse a un liceo público, el Francisco Espejo, donde cumpliría su sueño de estudiar humanidades. Durante esos dos últimos años de secundaria confiesa haber sido muy feliz, pero sobre todo, haber valorado la educación. Reconoce no haberse comprometido lo suficiente con las metas que los estudios le habían trazado hasta que decidió asumir la cocina como profesión.
A los 15 años, fiel a su gusto por los fogones, comenzó como ayudante del reconocido chef Edgar Leal al tiempo que recibía clases en una escuela de cocina. Años después ingresó a la primera promoción del Centro de Estudios Gastronómicos (CEGA), institución que le concedería una beca para formarse en España, donde trabajó en el Can Fabes con Santi Santamaría, y en el Balzac, con Andrés Madrigal. Antes de volver a Venezuela para encargarse del CEGA, pasó por Perú, México y Colombia, países donde obtuvo un conocimiento más global de la gastronomía.
Su preparación, experiencia y simpatía le han permitido formar parte, entre otros espacios mediáticos, de la revista matutina Portada’s, transmitida por Venevisión, participar en Elgourmet y Cosmopolitan TV, y en el programa radial Geografía del paladar junto a su padre, el licenciado en Educación y especialista en artes culinarias, Víctor Moreno Duque.
Asumido como chef mediático, lo cual le ha brindado la posibilidad de promover los sabores propios como atributos del turismo nacional, Víctor Moreno ha sido representante de Venezuela en festivales de cocina y juez de congresos culinarios por toda América. Asimismo, ha asesorado a varios restaurantes y centros gastronómicos y es imagen de importantes marcas de consumo a escala nacional e internacional. En 2007 fue reconocido como Premio Tenedor de Oro al Gran Chef y resultó una pieza fundamental del movimiento Venezuela Gastronómica. Su más reciente propuesta es el restaurante Moreno, donde ofrece lo que sabe: el buen gusto de la alta cocina venezolana, con el deseo de que los comensales, “más que impresionarse, se emocionen con la comida”.
Los años de investigación, trabajo y reconocimiento le han otorgado algunas claves que comparte con aquellos que deseen dedicarse a la profesión culinaria: “Yo no tengo claro el tema del talento, yo lo que creo es que soy un tipo constante. Tengo veinte años de experiencia profesional sostenida en la constancia, en el cumplimiento del horario y de las metas. Eso es lo que marca la diferencia. Ignoro si tengo talento, lo que sé es que llego temprano. Eso siempre me ha funcionado”. Con los años, Moreno aprendió que si al carisma se le agregan los ingredientes del estudio, la puntualidad y la constancia, el resultado será siempre un plato con mucho más sabor y saber para compartir.
Luis Yslas