Ocarina Castillo

Ocarina Castillo, testimonio de la constancia

Ocarina Castillo es hija de una maestra que le inculcó el interés por el estudio, el valor de la disciplina y la importancia de la superación. Esa visión de vida cocinada en casa fue reforzada por su maestras de la escuela, las monjas del San José de Tarbes, y sazonada con valores como la responsabilidad y la constancia. De esta forma, Castillo creció con amor por el conocimiento y muy consciente de la importancia de estudiar.

Probablemente entre las paredes del antiguo convento ubicado entre Carmelitas y Llaguno, que sirvió como la primera sede del San José de Tarbes, Castillo también recibió los primeros estímulos hacia la vocación que desarrollaría en la universidad. Por qué no pensar que crecer y estudiar en aquél lugar lleno de sitios especiales, túneles, tesoros y magia; poblado de historias, fantasmas y personajes imaginarios la llevó a interesarse por las manifestaciones culturales y sociales de las comunidades, por aquello que constituye culturalmente a nuestras sociedades y su estudio, es decir, por la Antropología.

En el viejo convento del centro de Caracas, Castillo descubrió su pasión por la Historia, la de Venezuela y la universal.  Esta disciplina siempre le gustó porque era una forma de conocer los acontecimientos, los protagonistas, al país, al mundo en el que vivía. La Historia, además, la condujo a otro tipo de historias, las imaginadas y poéticas, y a un hábito especial: la literatura y la lectura.

Si aún no vemos lo central y determinante que fue el paso por la escuela y el liceo en la vida de Castillo, pongamos la mirada en otro hecho: en el San José de Tarbes conoció y recibió clases del mítico y respetado profesor Aureo Yépez Castillo, historiador y educador de generaciones de venezolanos (en liceos y universidades), autor de la célebre Historia Universal, con la que muchos estudiamos en el bachillerato. Con Yépez, Castillo no solo aprendió del fascinante mundo de la Historia, sino que conoció la importancia de la docencia y le enseñó una premisa que luego pasó a ser parte de sus valores como profesora: un docente tiene que ser crítico y tiene que transmitirle a sus alumnos cómo ser críticos y la necesidad de interpelar al conocimiento, a las lecturas, a las fuentes, al mundo en el que nos movemos.

Esta venezolana es una respetada académica formada en Antropología por la Universidad Central de Venezuela (UCV), con una maestría en Historia Contemporánea de Venezuela y un doctorado en Ciencias Políticas. Es profesora titular de la UCV con una extensa hoja de servicios dentro de esa casa de estudios: fue fundadora y coordinadora del Programa de Cooperación Interfacultades PCI/UCV y directora de Cultura; es autora de numerosas publicaciones e investigaciones de temas históricos, culturales y de la Antropología de la Alimentación.  El estudio, la constancia y la búsqueda de nuevos retos intelectuales y profesionales han sido ejes en su carrera académica, así, desde 2006 es investigadora y docente de Antropología Alimentaria. Dentro de esa línea de trabajo, es fundadora de la Cátedra de Antropología de los Sabores en la Escuela de Sociología de la UCV y del Diplomado en Alimentación y Cultura en Venezuela de esa misma universidad.

El desempeño profesional de Ocarina Castillo refleja todas esas enseñanzas cocinadas en casa, sazonadas en la escuela y maceradas en la universidad y con el paso del tiempo. Ahora es ella quien da a probar de ese condumio que nos muestra el valor de la educación y el esfuerzo, que nos hace ver el poder de la mezcla de ingredientes como conocimiento y pensamiento crítico. Ella es un testimonio del poder de la constancia.

Diajanida Hernández

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