Mireya Caldera Pietri y el Museo de los Niños
Desde su inauguración en el año 1982, varias generaciones de venezolanos han recorrido las instalaciones del Museo de los Niños de Caracas, en lo que ha sido para muchos una aventura lúdica hacia el conocimiento. Más de un visitante seguramente conserva en su álbum familiar alguna fotografía en la que figura dentro de la molécula laberíntica, al lado de la réplica del trasbordador espacial o frente a la Tienda de Museíto, recreaciones emblemáticas de ese lugar que ya forma parte de los iconos urbanos de la capital venezolana. En esta entrega de Guao, su actual directora, Mireya Caldera Pietri, revela algunos momentos de su vida ligados a su trabajo en esa institución con más de tres décadas de labor educativa.
Hija del dos veces presidente de Venezuela, Rafael Caldera, y de Alicia Pietri, presidenta de la Fundación del Niño y fundadora del Museo de los Niños, Mireya Caldera Pietri nació en Caracas el 2 de julio de 1943. Estudió desde kínder hasta graduarse de bachiller en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe, del que guarda puras memorias gratas. “Mi colegio –recuerda– fue un lugar maravilloso: mis maestras, las monjas franciscanas, se encargaban de transmitirnos no solo conocimientos sino valores, fe, actitudes positivas ante las circunstancias de la vida”. Más adelante, durante el bachillerato, contó con profesores de literatura de la talla de Oscar Sambrano Urdaneta y Luis José Silva Luongo, quienes la iniciaron en los clásicos universales y venezolanos. A esta educación ejemplar y humanista, había que sumarle la enseñanza recibida en casa –hogar de intelectuales–, especialmente de la mano de su padre, quien le inculcó la pasión por la lectura y los estudios.
Mireya Caldera se gradúa de socióloga y posteriormente de industrióloga en la Universidad Católica Andrés Bello. Luego realiza una Maestría en Planificación del Desarrollo y obtiene el título de Doctor en Ciencias del Desarrollo en el CENDES de la Universidad Central de Venezuela. Autora de varios libros, entre ellos: Para entender el subdesarrollo, Democracia y desarrollo, La administración de los contratos colectivos, La evolución histórica de la mano de obra, así como del capítulo “Venezuela” en la Enciclopedia Mundial de Relaciones Industriales, también se ha desempeñado en el exigente campo de la docencia como Profesor Titular en la Universidad Simón Bolívar y profesora de los cursos de postgrado de Relaciones Industriales de la Universidad Católica Andrés Bello.
Su amplia experiencia académica y pedagógica, su estrecha relación con su madre Alicia Pietri –lo que le permitió conocer a fondo el funcionamiento y espíritu del proyecto–, y su amor a los niños resultaron credenciales suficientes para asumir el cargo de Presidenta de la Fundación Museo de los Niños y Directora del Museo, luego de que su madre no pudiera ejercer más esas funciones.
Desde 1974, año en que nace la idea de su realización, el Museo se pensó como una institución privada sin fines de lucro que sirviera como apoyo de carácter lúdico a la educación básica venezolana, orientado a las áreas del arte, la ciencia, la tecnología y los valores sociales; una idea innovadora para aquel entonces en América Latina. Rasgo distintivo del Museo es la filosofía de “prohibido no tocar”, con el objetivo de facilitarles a los visitantes una aventura interactiva en donde se complementen el aprendizaje y el juego. Mención aparte merecen los miles de Amigos Guías del museo, que no solo han contribuido con su funcionamiento, sino que han creado escuela por años en sus instalaciones. Y aunque sus más de 600 exhibiciones –la Aventura Espacial, El Volcán, ADN, Tecnologías de Información, Diabetes, Nanotecnología, Cuerpo humano y Electricidad, La emoción de vivir sin drogas, la Caja de colores…– han estado siempre dirigidas a niños entre los 6 y los 14 años, la experiencia de millones de visitantes, durante sus 35 años de operatividad, ha demostrado que no solo los niños y jóvenes, sino también los padres y maestros redescubren cosas que habían olvidado, o aprenden otras que ignoraban.
“El Museo era el séptimo hijo de mi madre –cuenta Mireya–. Ella se rodeó desde el inicio de un equipo de personas muy capaces, como Roberto Guevara y Alba Revenga, de manera de crear algo verdaderamente valioso para Venezuela en materia educativa. Su mayor recompensa era ver a los niños disfrutando y aprendiendo en el Museo”. Mireya ha sabido prolongar con entusiasmo el legado de su madre, pese a las actuales dificultades del país, pues considera que “el Museo es un libro sin páginas, un aula abierta que despierta la curiosidad por el conocimiento”. Que sigan, pues, abiertas las páginas de ese libro tan valioso para la imaginación y el saber del país.
Luis Yslas