Inés Quintero: Historia viva
Uno de los principales atributos de Inés Quintero es haber asumido la historia como un relato impostergable que debe desmarcarse del discurso tradicional y contarse con rigor investigativo, libertad crítica y destreza narrativa. La historia como materia viva del tiempo. Por este motivo y desde hace más de una década, los libros de esta caraqueña, nacida el 12 de junio de 1955, cuentan ya con varias reediciones y su nombre es un referente no sólo para el círculo académico, sino para miles de lectores que han descubierto en su escritura un relato ameno y desmitificador que los conecta estrechamente con su pasado histórico.
Si algo destaca en el currículo educativo de Inés Quintero es la fidelidad a las instituciones. Fue alumna del colegio San José de Tarbes en Los Teques, luego en El Paraíso y por último en La Florida, de modo que las mudanzas de la infancia no impidieron su continuidad en esas aulas donde aprendió que la disciplina comulga con la pasión.Y aunque confiesa que por esos años la historia era la materia que menos le gustaba, el amor por esa carrera despertaría con fuerza durante sus años universitarios.
Al igual que su colegio tarbesiano, la Universidad Central de Venezuela constituye un hogar irremplazable en su formación académica. Allí obtiene los títulos de licenciada (1981), magíster (2001) y doctora (2005) en Historia, además de desempeñarse en esa casa de estudios como Profesora Titular de Estudios Hispanoamericanos, Coordinadora de la Maestría de Historia de Venezuela, miembro del Grupo Académico Binacional Colombia-Venezuela, representante para la Red Andina de Universidades Cátedra de Historia de América de la Organización de Estados Iberoamericanos y representante en la Comisión Académica Nacional para la conmemoración del Bicentenario de las Independencias. Estudios, cargos y ocupaciones que resaltan lo que ella misma admite con orgullo: su ininterrumpida relación amorosa con la Universidad Central de Venezuela.
En el año 2005, su experiencia como historiadora incorporaría un notable reconocimiento al ser designada como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia en Venezuela, siendo la segunda mujer en presidir ese ente académico.
Pero esa partir de la aparición de La criolla principal en el año 2003 cuando el nombre de Inés Quintero empieza a resonar públicamente en el país. La historia de María Antonia Bolívar –hermana de Simón Bolívar–, cuya biografía había sido soslayada o apenas citada en los registros históricos, se convirtió en un inesperado fenómeno de ventas. El libro cuenta hoy con más de 15.000 ejemplares vendidos, lo que lo distingue como una rara avis entre los libros de historia nacional, generalmente destinados al consumo de especialistas.
La criolla principal se abrió paso firme entre un público curioso de conocer los entretelones del pasado patrio. Esas zonas de la historia donde episodios y personajes adquieren un brillo generalmente inadvertido en los manuales oficiales. Para su autora, esa obra marcó además un giro en su manera de escribir, allanando el camino de unos libros que hoy lucen imprescindibles para conocer el trasfondo de la historia, y en donde el papel de la mujer recibe un tratamiento poco común en ese tipo de investigaciones. El ocaso de una estirpe; La conjura de los mantuanos; El último marqués; El fabricante de peinetas; No es cuento, es historia; El hijo de la panadera; y La palabra ignorada son parte de un trabajo infatigable en el que la pasión por contarva de la mano con la búsqueda de la verdad histórica.
Con la espontánea gracia que la caracteriza, Inés Quintero revela en esta charla para Guao, el entusiasmo con el que defiende el derecho de todos los ciudadanos a descubrir en la historia un lugar de pertenencia y crecimiento: la historia como escuela para la construcción de la vida republicana. Por último, confiesa en un arrebato de agradecimiento por la educación recibida, que querría “abrazar uno por uno a cada maestro y decirles cuán importantes son en nuestras vidas”. Un abrazo en el que habría que incluir a la propia Inés Quintero por el significativo aporte que como historiadora ha dejado entre sus numerosos colegas, alumnos y lectores.
Luis Yslas