Juan Maragall: hombre de escuela
“Soy Juan Maragall, un hombre de escuela”. Así se presenta quien hasta octubre del año pasado se desempeñara como Secretario de Educación de la Gobernación del estado Miranda en Venezuela y en la actualidad es el responsable de los proyectos de educación del Banco Interamericano de Desarrollo en Colombia. Maragall, para quien la conducta y el lenguaje del educador deben llevar la impronta de la sencillez, revela en esta entrega para Guao las razones de una vocación formadora que se sustenta en los valores de la equidad y la libertad ciudadanas.
Hijo de Sylvia y Julio Maragall, Juan Maragall nace en Caracas en 1962. Estudia en el Colegio Champagnat hasta quinto grado y luego ingresa al Colegio San Luis de El Cafetal, donde se gradúa de bachiller en Ciencias en 1979. Las materias que lo entusiasmaban de niño fueron historia del arte —en buena medida por influencia del padre y el abuelo, quienes destacaron en la arquitectura y la escultura—, biología y geografía. Y aunque domina el inglés, admite que siempre le ha costado el aprendizaje de ese idioma. Al terminar el bachillerato y motivado por algunos de sus maestros de primaria y secundaria, decide estudiar Educación en la Universidad Católica Andrés Bello, donde obtiene la licenciatura en esa carrera, mención Ciencias Pedagógicas. También cursa estudios en las áreas de Psicología Social (USB), Gerencia Educativa (UCAB) e Informática Educativa (University of Hartford).
De sus años universitarios, Maragall recuerda que sus profesores le enseñaron a abrir un libro al azar, leer un párrafo y pensar si estaba de acuerdo o no con lo que allí estaba escrito. Ese ejercicio le permitió desarrollar el pensamiento crítico frente a cualquier tipo de texto, por lo que se convirtió en su principal método de estudio: partir de la duda para acceder al conocimiento. Asimismo, confiesa que su vocación proviene de la pasión que vio en muchos de sus docentes. Por ello, desde que se comprometió con la enseñanza ha intentado imitar el buen ejemplo pedagógico que le fue impartido durante sus años de infancia y juventud, aunque reconoce que de los malos profesores también se aprende, en especial, a evitar los errores que estos cometieron.
“Hay que buscarle el sabor al saber —recomienda Maragall—. En la medida en que se tenga un mayor acceso a la cultura universal, hay posibilidades de ser mucho más libre. Cualquier pasión se puede desarrollar con mucha más plenitud en la medida que uno estudie y se forme en el área que lo apasiona”. Y como buen montañista y maratonista, señala que “la lectura es como correr: cualquier época de la vida es buena para practicarla. Leer no es solo descifrar un libro, sino sumergirse en él y encontrar allí placer y conocimiento, la posibilidad de transportarse a otros mundos”. Dos de sus libros de cabecera propician esas inmersiones: El Principito de Antoine de Saint-Exupéry y Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar.
No obstante, para Maragall no es un secreto que la educación es una de las carreras con menos demanda entre los jóvenes que ingresan a la universidad. Ni tampoco que para los gobiernos de turno, la cultura y la educación jamás han sido asuntos de interés prioritario. Ante esa infortunada realidad, sale al paso con la convicción de que “al mundo lo han transformado los tercos. Las personas constantes que tienen una visión por la cual se lucha”. Esa porfía vocacional se evidencia en un currículo que habla de su compromiso educativo y profesional: Profesor de la Universidad Central de Venezuela, Universidad Metropolitana y Universidad Católica Andrés Bello; Director-Fundador del Proyecto Escuelas Pacairigua, Guatire (1986-1996); Gerente-Fundador del Proyecto “Escuelas de Excelencia” del Dividendo Voluntario para la Comunidad (1995-1999); Director-Fundador del Colegio Integral El Ávila (1996- 2008) y Secretario de Educación del Estado Bolivariano de Miranda (2008-2017). Cargos y oficios que ponen sobre la mesa de la eficacia los resultados de una terquedad a prueba de fatigas y adversidades.
Consciente de los difíciles años que atraviesa Venezuela, Maragall está convencido de que “una de las cosas que más ayuda a un país a desarrollarse y fomentar la igualdad entre los ciudadanos es fortalecer la educación. El futuro no puede depender solo de lo que el individuo recibe en su casa, sino en su escuela. Si las medidas educativas en Venezuela se enfocaran en que todos podamos ir a la escuela, que esta se encuentre en buenas condiciones y que posea buenos maestros, entonces podríamos encaminarnos hacia una sociedad más justa y equitativa”.
Luis Yslas