5 de julio de 1811. La prensa de Caracas

El 5 de julio en la prensa de Caracas

Independencia de Venezuela
 

Llegó por fin el día feliz en que Venezuela debía fijar para siempre sus destinos y el cinco de Julio tendrá el lugar más señalado en las páginas de su historia. El será para lo venidero la época de nuestra libertad, que no estaba segura sin el apoyo de una absoluta independencia. El orden de las cosas, y las circunstancias políticas en que nos hallamos, lo exigían imperiosamente, y ya no era posible retardarlo sin el peligro de una ruina espantosa. Venezuela conquistada por los Reyes de la España, y reducida por la fuerza de las armas á componer en parte aquella Monarquía, fue antes de su cautiverio una nación soberana, y tan separada del Gobierno Español, que ni conocía la existencia de este, ni la del antiguo mundo. Era, pues, justo por ley divina y natural que usase de sus derechos, cuando pudiese recobrarlos. Este principio de eterna verdad está escrita en el corazón de todo hombre, y solo pueden negarle aquellos que amen la destrucción de sus semejantes, y que aborrezcan la naturaleza. Venezuela afligida por el espacio de tres siglos, y sacrificada a todos los rigores de una dominación extranjera y tiránica estaba autorizada para reconquistar su libertad a toda costa, y para restituirse a la independencia en que había nacido. Una generosa contemplación á las relaciones físicas que contrajo con sus tiranos, ó más bien la astucia y sagacidad de estos hubieran podido solamente entorpecer por tanto tiempo sus deseos, y hacerlos ineficaces. La prisión de Fernando VII. en Francia fue seguramente la ocasión en que aquellos debieron desarrollarse en toda su extensión y actividad; pero los Pueblos de Venezuela amaron a este Príncipe, porque era desgraciado como ellos, se adhirieron á su causa, creyendo que volvería presto a su trono, y si en el memorable 10 de Abril se apartaron de la Regencia de Cádiz, por que no se creyeron obligado a ser víctimas de una representación ilegitima y despótica, como lo habían sido de la Junta Central y la de Sevilla, no por eso desconocieron á Fernando, ni dejaron de ofrecer a sus hermanos de Europa un asilo contra la opresión de Bonaparte, que dominaba ya casi todo la Península. Mas ¿cuál ha sido la recompensa de tantos sacrificios? Vejaciones, insultos, desprecios, hostilidades y persecuciones. Esto es lo que nos han vuelto los Gobernantes de Cádiz, que bajo el nombre de un Rey, que no existe, solo aspiraban a imponernos el yugo que ellos han recibido, en cambio de nuestro espontaneo reconocimiento a favor de un Príncipe, que ningún derecho tenía sobre nosotros. Bloquear nuestros puertos, meditar expediciones contra nuestras costas, apresar nuestras embarcaciones, querer envolvernos en discordias civiles, desacreditamos en sus papeles públicos, y hacernos la guerra que su impotencia les ha permitido: tal ha sido la inicua retribución con que se ha pagado nuestra generosidad.

Era, pues, tiempo de manifestar al universo que los habitantes de Venezuela conocen muy bien su dignidad, y sus derechos, y de abjurar para siempre un reconocimiento que los relacionaba con hombres tan ingratos, y perversos. Era tiempo de abrir los ojos sobre la imposibilidad en que se halla Fernando de gobernar estos Pueblos bajo principios de justicia, aunque quisiera, porque suponiendo el remoto y extraordinario caso de que volviese a la España ¿Qué ideas, y prevenciones podrían inspirarle a favor nuestro los que han usurpado su representación solo para arruinar su patria, y que nos miran con el mayor odio, porque no hemos cedido a los detestables artificios, con que han querido entregarnos a la Francia? Era tiempo de conocer que unos países apartados de Europa por el inmenso Océano no pueden unirse bajo la autoridad que rige la España, sin sufrir todos los ultrajes y violencias del despotismo, y que querer esto es querer oponerse a los designios de la creación y de la naturaleza. Era tiempo en fin de obedecer los altos decretos de la Providencia, que ha señalado esta época para terminar de una vez nuestro injusto cautiverio.

Esta libertad, que tanto hemos suspirado, seria precaria y vacilante, si quisiéramos permanecer todavía ligados de cualquiera manera a la suerte de un país abrasado por el furor de la guerra, por la ambición y la codicia, por intrigas, y pretensiones encontradas, y por los horrores de una espantosa anarquía, en que se halla sepultado después de tres años sin otra esperanza hasta ahora que a de su entera destrucción, o la de una esclavitud ignominiosa. ¿Por qué, pues, dependeríamos todavía de un rey que se halla fuera de sus Estados, que los ha dejado para siempre, y que aun cuando volviese a ellos, no podría sin igualarse a Dios transmitir la influencia de su Gobierno desde la Península de España, hasta las regiones de América? ¿Podrían estas ser felizmente gobernadas por una autoridad tan distante, y no serían siempre, como han sido hasta ahora, burla y ludibrio miserable de sus ministros subalternos, aunque Fernando fuese un Príncipe justo y bueno? Y aun concediendo esta preposición ¿Quién puede asegurarnos que Fernando no haría con respeto a las Américas, lo que han hecho su Padre, y sus Abuelos? ¿Quién puede prometernos que sus sucesores todos serán virtuosos, honrados, liberales y amigos de la humanidad ó probarnos, admitida esta hipótesis, que son compatibles el interés y felicidad de los Pueblos Colombianos con los de España?

Seriamos nosotros los más criminales, y dignos de la execración de la posteridad, si después de trecientos años de tan dura opresión nos contentaremos con una libertad expuesta a sucumbir otra vez baxo el imperio de un Monarca Europeo, cuando el orden político de aquella parte del mundo nos manifiesta demasiadamente cual ha de ser por muchos siglos el destino de los Pueblos que se unan a ella. Lágrimas, y servidumbre son ahora el cimiento de lo que habitan la Europa, y esto será por muchos tiempos la herencia de sus generaciones.

Las nuestras execrarían nuestra memoria, si fuésemos capaces de legarles las cadenas que hemos arrastrado, habiendo podido romperlas, y cubrirnos de gloria. Todas las reflexiones que se hagan sobré esta materia nos persuaden el derecho y la necesidad de separarnos para siempre del Rey Fernando, y sus sucesores, de la España, y de toda otra potencia y nación del mundo.

Los habitantes de Venezuela penetrados de tan poderosa razones y del deseo de ser felices anhelaban con ansia que llegase el día de su independencia. Todos clamaban por este escudo de la libertad nacional, y el Cielo por fin ha escuchado sus votos en la tarde del 5 de Julio.

En este día, que será glorioso y memorable en nuestros anales, el Congreso General de Diputados declaró a Venezuela una Nación soberana, libre e independiente de toda otra potencia de la tierra. Tres sesiones precedieron a este acuerdo inmortal, y no es posible explicar el júbilo, y contento con que el pueblo espectador de la última celebró esta declaración en el momento en que el Presidente acabó de pronunciarla – Viva la Patria – ¡Viva la Libertad! – Viva la Independencia! – fue la respuesta general en acentos de gozo y de alegría, confundidos poco después con repiques de campanas, tambores, y música militar. La más dulce emoción arrancó lágrimas de regocijo a muchos de los circunstantes. Los Ciudadanos Caraqueños se congratulaban a porfía unos a otros, y en recíprocos abrazos estrechaban sus corazones anegados en el placer más puro, “Ya tenemos patria, decían, ya tenemos libertad. Solo dependemos de Dios y del Gobierno que constituyamos entre nosotros mismos sin que ninguna autoridad extranjera tenga derecho para dominarnos. Hombres, mujeres, niños, y ancianos todos corrían por las calles exclamando – ¡“Libertad e independencia!” – Por donde quiera se oían himnos y canciones, y el alborozo duro hasta las once de la noche. Sin que el menor disgusto viniese a turbarlo.

¡Pueblos de la Europa! ¡Esclavos miserables de los Reyes! Volved vuestros ojos hacia este espectáculo tierno, y sublime, que os presenta el hombre libre de Venezuela, y confesad francamente que vuestra decantada ilustración vuestros triunfos militares y vuestras glorias efímeras nada valen comparadas a los sencillos placeres de la libertad. Vosotros preconizais la opulencia de vuestros monarcas, el fausto de sus palacios, y la brillantez de sus Cortes, olvidando que todo esto existe a costa de vivir vosotros sepultados en la miseria, el hambre, y el llanto, mientras que nosotros asegurando el alimento de nuestras vidas vamos a formar un Estado que algún día será el terror de vuestros tiranos. Dejad amigos, dejad ese suelo profanado por los vicios y la degradación, y venida a gustar entre nosotros las dulzuras de una sociedad libre, e independiente.
 

Oficio del Sr. Presidente del Supremo Congreso al del Supremo Poder Executivo.

El Supremo Congreso ha sancionado en este día la declaratoria de nuestra absoluta independencia, y se ocupa actualmente en discutir las fórmulas de aquel sublime y memorable acto.

En tanto pues se termina, ha acordado que se participe al Supremo Poder Ejecutivo tan laudable y digna resolución, para que como encargado privativamente de la seguridad publica adopte las medidas que crea más convenientes en las actuales circunstancias: bajo el firme supuesto de que con cuánta brevedad sea posible se expedirá la interesante declaración, que nos eleva a alto rango de Estados libres e independientes, y nos saca de la horrorosa esclavitud en que hemos yacido hasta ahora. Comunicolo a V.S para que se sirva elevarlo al conocimiento de S.A. Dios gue. á V.S. ms.as Caracas 5 de Julio de 1811. – Juan Antonio Rodríguez: Presidente – Francisco Isnardi: Secretario. – Sor. Presidente del Supremo Poder Ejecutivo.
 

PROCLAMA
Habitantes de Caracas.

Caraqueños podrá anunciaros el Supremo Poder Ejecutivo que el Supremo Congreso de Venezuela ha acordado en este día la INDEPENDENCIA ABSOLUTA; Ya, Caraqueños, no reconocéis superior en la tierra ya no dependéis sino del Ser Eterno (*) Esta sublime idea; esta elevada empresa solo puede concebirse y ejecutarse por hombres animados de la Libertad, y dispuestos a sacrificarse por ella. Meditada; y meditad cuanto es el campo que se abre a la libertad, para acreditar convenciones heroicas que un Pueblo que quiere ser libre lo es en efecto; y en tanto que se dispone la publicación, sin la solemnidad correspondiente disponeos para manifestar que el Supremo Congreso desempeña dignamente la confianza pública, que el Supremo Poder Executivo merece la vuestra en la ejecución y perfección de la empresa.

Baltazar Padron. – Juan Escalona. – Cristoval de Mendoza, Presidente en Turno.
Por impedimento del Sr, Secretario de Estado.
Antonio Muñoz Tebar.
Oficio primero.
 

(*) En efecto, Estado independiente y soberano es aquel que no está sometido a otro: que tiene su gobierno: que dicta sus leyes: que establece sus Magistrados: y que no obedece sino los mandatos de las Autoridades públicas constituidas en él, y por él según la constitución y reglas que adopta para su existencia política.

 

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